Afiliación y Maduración Cultural Mutua

El texto original fue publicado en MECC el 2 de marzo de 2022. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Disponible también en árabe y en inglés.

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

Desde su nacimiento, el hombre se encuentra en un estado de pertenencia, más precisamente en una plétora de afiliaciones múltiples. Es hijo de su familia, de su clan, de su tribu, de su raza, de su secta, de su región y de su país, por supuesto, además de las afiliaciones que reúne durante su educación social. Pero cuando se convierte en adulto, las dimensiones de la afiliación aumentan en su vida, ya que añade a ellas diversas afiliaciones y actividades, desde las culturales hasta las políticas, pasando por diversos tipos de opciones vitales.

Además, la afiliación se basa en el arraigo, y el arraigo varía entre una afiliación y otra, según la importancia de la pertenencia a una persona, ya que una persona puede estar muy apegada a su afiliación religiosa, mientras que otra puede estar muy apegada a su afiliación política. Se trata de opciones vitales que una persona adopta, ya sea en relación con la afiliación que le fue impuesta por nacimiento o con la que eligió por su propia voluntad.

Pero un hecho que no necesita ser discutido es que las afiliaciones religiosas, étnicas, raciales y nacionales, así como todo lo relacionado con la identidad básica, son las afiliaciones que más tensan los nervios de las personas y las hacen enfrentarse entre sí y entrar en conflictos mortales y destructivos.

Las sociedades modernas son muy diversas, especialmente como resultado de la migración internacional, así como de la contratación de mano de obra del mundo que sufre necesidades financieras al mundo que sufre escasez de mano de obra que acepta las dificultades de vivir y trabajar en profesiones extenuantes.

Las sociedades modernas también pueden ser muy diversas debido a la acumulación histórica de conquistas, migraciones y oleadas de asentamientos, ya sean espontáneos o programados.

En resumen, nos encontramos hoy con un mosaico de diversidad cultural sin parangón en la historia de la humanidad.

En las sociedades modernas «existen» y «coexisten» grupos humanos con afiliaciones e identidades remotamente relacionadas, y ello a pesar de que han vivido en la misma tierra durante siglos.

Debido al fanatismo que se ha endurecido a lo largo de la historia, y a la interacción entre grupos heterogéneos, ya sea en lo religioso o en lo cultural, los grupos que se han destacado por encerrarse en la reclusión, han logrado alienarse de otros grupos hasta el punto del completo distanciamiento y la discordia, estado del que no se puede escapar.

Al observar que las antiguas sociedades de la civilización humana se han convertido en una federación de grupos étnicos, raciales y religiosos, nos vemos obligados a preguntarnos cómo es que estos pueblos que han vivido en la misma tierra durante cientos de años no llegaron a fundirse en una misma entidad.

La respuesta es sencilla: se trata de la intolerancia, la discriminación, el rechazo del otro, la acusación de infidelidad, la imputación de prejuicios o la colocación de etiquetas despectivas. Esto es lo que la ciencia humana ha denominado recientemente «discurso del odio», hecho contra el que luchan activamente las instituciones que trabajan en el ámbito del diálogo y los derechos humanos.

La sabiduría del Creador dio a los pueblos perspicacia, razón y sabiduría, permitiéndoles aprender de las lecciones del pasado y reconsiderar muchas prácticas que la historia ha coincidido en abolir.

La humanidad actual está reconsiderando su historia denunciando, criticando y apelando a las lecciones aprendidas de muchas prácticas ancestrales como las conquistas y las guerras, así como del encarcelamiento, la esclavitud y el comercio de esclavos. Además, desafía las formas modernas de tales comportamientos.

La humanidad actual, en gran parte, ha abrazado la doctrina de la igualdad, los derechos humanos, la ayuda a los débiles, el no enfrentamiento con los que difieren de nosotros y, sobre todo, la salvaguarda de la dignidad humana.

La humanidad de hoy es el producto de la conciencia, la comunicación, el conocimiento, la aceptación de la diferencia, la apertura al otro y la aceptación del otro tal como es, sin someterlo, por supuesto, a un juicio, siempre que se respeten las prácticas de aplicación de la ley existentes.

Por todo ello, asistimos a la aparición de un fenómeno que durante más de dos décadas denominé en árabe «Tanadoj» y que además denominé en lenguas latinas «osmo-simbiosis» y cuyo significado es Maduración Mutua.

La Maduración Mutua («Tanadoj») ocurre cuando diferentes grupos que se ven a sí mismos en varios niveles, religiosos, étnicos y otros, viven una vida con intereses unificados, objetivos unificados dentro del marco de una sociedad y un estado, bajo el techo de la paz civil garantizada por la aplicación de las leyes.

La Maduración Mutua es un resultado inevitable de la interacción de las personas en su vida cotidiana, que adquieren características unas de otras y comparten algunas prácticas de vida, así como algunas características culturales.

Esto da lugar a un conocimiento mutuo entre estos grupos, de modo que ni las costumbres, ni las tradiciones, ni la mentalidad de un grupo son ajenas o aborrecibles para los demás grupos.

La persona perteneciente a un grupo aniquila así la enemistad que siente por lo que desconoce de los demás grupos y entra en un ambiente de respeto por las características culturales de los demás, aunque no esté convencido de ellas.

Conocer al otro es la mitad del camino hacia la aceptación o la reconciliación. Sólo entonces prevalecerá la cultura del rechazo a la discriminación, al racismo y a todo tipo de fanatismo destructivo, y se desacreditará a cualquier ser humano, y se despreciará a cualquier grupo, cuando se quiera aventurar a marginar a alguno de los componentes de la sociedad.

Pero este proceso de Maduración Mutua necesita un conjunto de condiciones que aseguren su advenimiento, su éxito y su perduración.

Este proceso de Maduración necesita en primer lugar un Estado fuerte, justo y firme que haga cumplir la ley y establezca la igualdad para todos. Sin embargo, necesita la garantía de las dos condiciones siguientes.

Por un lado, necesita la formulación de planes de estudios unificados y unificadores que unan a la comunidad vinculando a los jóvenes.

Por otro lado, necesita la creación de unos medios de comunicación basados en la ética que busquen la paz civil y la unidad de la sociedad.

Además, necesita una paz civil duradera que sostenga un clima propicio para la Maduración, y esto para la creación de un vínculo social que sustituya a las rupturas del fanatismo de la sociedad. En otras palabras, necesita el establecimiento de un contrato social inclusivo que sustituya a cualquier otro subcontrato existente.

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