El dirigir las organizaciones entre el texto y la práctica

Disponible también en árabe y en inglés.

El texto original fue publicado en MECC el 11 de agosto de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Dr. Michel Abs, MECC Secretary General .jpg

Dr. Michel Elias Abs
Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

 

Día tras día, las organizaciones demuestran lo vital que son para el desarrollo de la sociedad y la consecución de sus objetivos.

Los grupos humanos no pueden tener éxito y lograr lo que aspiran si no están organizados en un marco de coordinación empresarial, que la ciencia del desarrollo organización y la gestión ha denominado tradicionalmente «Munazzamah», que es la traducción al árabe de la expresión «Organización».

En cuanto a la palabra «Institución», se adoptó en el idioma árabe para facilitar la comprensión de lo que quiere decir el investigador en el campo de la ciencia de la organización y las organizaciones. Este campo se ha convertido en una rama independiente de la ciencia de la gestión y de la sociología de las organizaciones, o instituciones para abreviar.

Durante el presente artículo, nos centraremos en la diferencia entre «institución» y «organización».

El concepto de «organización» engloba a todo grupo humano que acuerda trabajar colectivamente para alcanzar los objetivos que fueron predeterminados por el grupo fundador y adoptados por quienes desean adherirse a esta organización. Esta organización puede ser una empresa, es decir, una organización con ánimo de lucro, o una organización sin ánimo de lucro, civil o social, todas ellas incluidas en la categoría de lo que llamamos organizaciones privadas voluntarias u organizaciones no gubernamentales (ONG).

En ambos casos, es necesario organizarse para ser eficaz y evitar el despilfarro de los recursos de estas organizaciones. Y si el despilfarro en las organizaciones con ánimo de lucro está sujeto a la rendición de cuentas que lleva a la retribución del responsable, las organizaciones sin ánimo de lucro han seguido el mismo camino de eficiencia en el desempeño, no con el objetivo de obtener beneficios — esto no es su asunto— sino con el objetivo de servir al mayor número de beneficiarios en grupos vulnerables o con necesidades especiales.

Lo que une a las personas en estas organizaciones son las normas vigentes, que son como un contrato que constituye la ley-referencia de las partes contratantes, como dice la ciencia jurídica. Esta situación es bastante similar a las constituciones y leyes que rigen las relaciones entre las personas en la sociedad. Más bien, podemos decir que los sistemas que patrocinan el trabajo de las organizaciones, con o sin ánimo de lucro, son el resultado de las constituciones de los países y de todas las demás leyes que regulan las relaciones entre los individuos de una sociedad.

Todo lo que hemos mencionado anteriormente incluye las relaciones formales que están sujetas a las disposiciones de las normas escritas.

En cuanto al otro tipo de relaciones, que llamamos «instituciones», podemos encontrar dentro de ellas lo que es formal y lo que es informal.

Una «institución», en el sentido sociológico, es toda costumbre o práctica socialmente aceptable y legítima, incluida la que puede resultar de los textos oficiales. Esto incluye, por ejemplo, las reuniones periódicas, las sesiones de diálogo y los procesos de toma de decisiones, algunos de los cuales resultan de prácticas y métodos que el equipo ha «creado» durante el desempeño de sus funciones, incluida la cultura organizacional, los estilos de liderazgo y algunas otras prácticas, hábitos y métodos de trato con el entorno interno o con el entorno externo de la organización. Esta dimensión del trabajo se califica de informal, y encuentra inevitablemente sus raíces y su legitimidad en la dimensión formal de cada organización.

En toda organización, la dimensión formal coexiste con la dimensión informal, siempre que la segunda no domine a la primera. Si esto ocurre, la institución estará sujeta a la desintegración o a la decadencia.

Las organizaciones que funcionan sobre la base del hábito y la costumbre y continúan en esta dirección, son propensas a desaparecer de su entorno o a quedar marginadas.

Decimos esto con plena certeza de que vivimos en un mundo muy cambiante, y si no somos lo suficientemente flexibles para adaptarnos, este entorno transformador puede anularnos. Se ha demostrado que esto es cierto, y por ello se ha desarrollado la jurisprudencia legal, ya que la fosilización de las leyes y reglamentos hace de la organización un grupo rígido e inviable. La veneración de los textos es una de las amenazas más peligrosas para el trabajo administrativo, de liderazgo y organizativo, pero ignorar y eludir los textos es más peligroso, ya que este enfoque abre las puertas a la manipulación de las decisiones y, por tanto, pone en peligro el destino de las organizaciones.


Cuando el texto obstaculiza el buen desempeño, no lo eludimos, sino que lo modificamos para que sirva a los intereses del grupo organizado. Ignorar los textos, hace que el grupo organizado pierda su referencia, y su trabajo queda sujeto a la discrecionalidad, a la improvisación y a los caprichos de los influyentes, y estas tendencias tienen consecuencias premonitorias.

Los textos son la referencia del trabajo de los grupos organizados y el garante de su eficacia, y la actualización de estos textos, revisándolos y procurando hacerlos compatibles con las necesidades de los tiempos, es la garantía del progreso de la sociedad humana.

Esta es la lógica de nuestro trabajo en el Consejo de Iglesias del Oriente Medio. No hay idolatría de los textos, pero no hay desprecio por lo que estos textos proporcionan, ya que quienes los redactaron lo hicieron con la preocupación de mejorar permanentemente el rendimiento del Consejo. Siempre que encontramos que un determinado texto se ha convertido en un obstáculo para el buen rendimiento y la calidad de los logros, los textos del reglamento del Consejo nos guían hacia la forma de modificarlo para mejorar la calidad de nuestro trabajo.

La lluvia de ideas, que se ha convertido en un elemento esencial de la cultura organizativa del Consejo, y que se practica entre sus diferentes actores, es el garante de la vitalidad del Consejo, así como del pleno desempeño de su papel en su entorno.

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