Integración social, diálogo y progreso – Hacia una visión común para Irak
El texto original fue publicado en MECC el 16 de diciembre de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.
Esta conferencia fue pronunciada en dos partes durante una consulta conjunta entre el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo de Iglesias del Oriente Medio.
Dr. Michel E. Abs
Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio
Las sociedades multiétnicas, multirreligiosas y multiconfesionales pasan a menudo por crisis de integración que a veces pueden ser fatales.
Todos sabemos hasta qué punto la identidad es esencial para definir al hombre –el individuo– o al hombre –el grupo– y hasta qué punto influye en el destino del individuo y del grupo. En muchos casos, nos encontramos con que una persona está dispuesta a sacrificar su vida y sus bienes para proteger y preservar esta identidad. Esto equivale a su presencia.
Por ello, las sociedades modernas, muy diversas a todos los niveles, ya sean étnicos, religiosos o sectarios, plantean grandes retos a los que trabajan en ciencias humanas y a los responsables de las políticas nacionales que quieren mantener la paz civil y la armonía social.
Durante décadas, la humanidad ha sido testigo de conflictos raciales, étnicos y religiosos que han llevado a la destrucción de sociedades que fueron prósperas durante años antes de ser engullidas por el gorgojo de la decadencia social. La fricción entre los componentes de la identidad inconsistente en su composición es peligrosa en ausencia de un estado justo, capaz y consciente. La fricción de las identidades y sus conflictos ha demostrado ser el medio más eficaz para destruir las sociedades y sumirlas en la pobreza y la dependencia.
La teoría de la conspiración dice que hay quienes se aprovechan de la diversidad de la que gozan las sociedades con poder débil y recursos abundantes para avivar las diferencias entre sus componentes y controlar sus recursos.
Si esta teoría de la conspiración es correcta, parte de ella es el resultado de una sociedad que no ha sabido preservar su unidad, gestionar su diversidad y anticiparse para evitar que esta diversidad se convierta en un holocausto para la sociedad tanto en su presente como en su futuro.
Por otra parte, si miramos de cerca, encontramos que las sociedades industriales avanzadas, que producen los bienes que consumimos, no son menos diversas que las sociedades sumidas en conflictos de todo tipo. Las migraciones internacionales y las políticas de contratación de mano de obra de los países industrializados han transformado estas sociedades en un mosaico étnico, religioso y cultural más diverso que las sociedades que no se sumaron al progreso industrial y adquirieron la capacidad tecnológica.
Sin embargo, podemos ir más allá y constatar que muchas de estas sociedades que viven en conflicto son de poca diversidad y pueden conformarse con dos o tres grupos para entrar en el infierno de los conflictos civiles.
La historia nos ha proporcionado pruebas asombrosas sobre la capacidad de algunas sociedades para fragmentarse y autodestruirse. La experiencia libanesa nos dice que cuando la cultura de aceptación de la diversidad se desintegra, cada grupo étnico-religioso se vuelve como el fuego que se come a sí mismo si no encuentra algo que comer. La letalidad que se produjo en el Líbano entre ramas de un mismo grupo étnico-religioso fue mucho más grave que la que se produjo entre dos grupos religiosos o étnicos.
Por lo tanto, el desmoronamiento de la cultura de la aceptación de la diversidad y de la aceptación del otro, hijo de mi sociedad -que no es otra cosa que el otro yo- es un indicio de la desintegración del contrato social y, en consecuencia, de la transformación de la sociedad en un bosque en el que el fuerte destruye al débil. Son sociedades que retroceden del estado cultural al estado instintivo.
En un caso así, la racionalidad cesa, la lógica se desvanece, la tolerancia se ahoga y ninguna voz se eleva por encima del sonido de la batalla, y la prioridad pasa a ser la eliminación del otro diferente a costa de la sociedad, de su seguridad y estabilidad.
Es la fiebre del abolicionismo que aqueja a las sociedades en períodos de su historia, y puede afectar a un grupo, por lo que se divide y pasa al olvido.
Aquí se plantea la cuestión crucial: ¿Cuál es el modo de prevenir tal epidemia, preservar la unidad de la sociedad y asegurar su prosperidad y el bienestar de su pueblo?
Es la Palabra, ¡oh pueblo! ¡La Palabra que distingue al hombre del resto de las criaturas!
La palabra significa lógica, significa diálogo, significa comprensión mutua, significa acercarse al otro.
¿Es una coincidencia que en el principio estuviera la Palabra?
La palabra significa poder comunicar tus mensajes al otro y recibir sus mensajes. La palabra significa la ausencia de medios letales de trato, la sustitución de la emoción por la lógica y la instauración de una cultura de respeto a la palabra del otro y, por consiguiente, a su creencia, independientemente de tu opinión sobre esta creencia o de tu posición frente a ella.
La palabra ha de ser la palabra amable de la que se avergüenza el discurso del odio y ante ella desaparecen las palabras de discriminación entre los miembros de una misma sociedad.
En el diálogo, ninguno de los interlocutores está obligado a abrazar lo que cree el otro interlocutor. Lo que se le exige es que acepte que hay quienes no piensan como él y que no siguen su doctrina, y que respete esas diferencias.
La construcción de una sociedad normal, basada en una ciudadanía inclusiva, pasa por el cambio cultural, y esto sólo puede hacerse a través de la educación y los medios de comunicación. El garante de todo este camino es la ley.
De ahí los ejes de esta conferencia, que reúne a representantes de los componentes de la sociedad iraquí, que es grande en su composición cultural, religiosa y étnica. Y mayor en su conocimiento, creatividad y logros.
Desgraciadamente, lo ocurrido en Irak demuestra sin lugar a dudas que el progreso tecnológico y científico, si no va acompañado de un progreso en el plano de la integración social, sigue siendo vulnerable al colapso en cualquier momento. La sociedad es un conjunto integrado que avanza en su totalidad, y retrocede si una de sus dimensiones permanece sin el progreso alcanzado por las demás. En este contexto, el Líbano constituye un modelo que no difiere mucho del de Irak, donde las dimensiones no avanzadas –a política y la cultural, y por cultura entiendo el sistema de valores, la mentalidad, el marco de pensamiento y las pautas de comportamiento social– mandaban sobre las dimensiones avanzadas –la industria, la economía, la medicina, la educación y la banca. Debemos señalar aquí que las dimensiones socioculturales –valores, mentalidad, patrones de pensamiento y comportamiento– son las más difíciles de gestionar y cambiar, mientras que las dimensiones tecnológicas siguen siendo rápidas.
La destrucción que se produce en forma de desintegración social es mucho más fácil que la construcción social que representa la reconciliación entre grupos que conduce a la paz civil, la prosperidad y el bienestar.
La educación constituye la columna vertebral de este camino, ya que es el marco básico para construir y perfeccionar las mentes y guiarlas hacia nuevas formas de pensar, lo que lleva a la construcción de un nuevo ser humano. La educación en la infancia es como un grabado en piedra, dice la sabiduría popular. Hay que desarrollar programas escolares, extraescolares y universitarios, cuyos resultados adquirirán la unidad de la comunidad y un ser humano integrado. Si se quiere destruir una sociedad, hay que destruir su sector educativo. Lo contrario es cierto, y la experiencia de las sociedades que fueron capaces de emerger durante tres décadas de condiciones trágicas a un renacimiento socioeconómico está todavía por delante.
En cuanto a los medios de comunicación, que en inglés se denominan la nueva fuerza formadora de valores, es decir, la nueva fuerza formadora del sistema de valores; son la herramienta más influyente en la formación de la mente colectiva y social, negativa o positivamente. Uno de los líderes políticos llegó a decir Dame medios de comunicación sin ética y te daré un pueblo estúpido y sumiso. Si nos consideramos hoy en la era del conocimiento, los medios de comunicación son la herramienta básica para el conocimiento individual y colectivo, por lo que su uso es una herramienta eficaz para construir una sociedad sana y una herramienta letal para destruir la sociedad. Los medios de comunicación han sido calificados como el medio de socialización más importante, y son más eficaces en esto que la familia, los grupos de pares, la escuela y la universidad. Si los medios de comunicación no son conscientes del peligro de cada palabra, susurro y parpadeo que hacen circular a través de sus herramientas, la sociedad estará en peligro, sabiendo que hoy en día es imposible controlar y vigilar los medios y la comunicación en estas vastas redes. Todos sabemos lo fácil que es manipular las mentes, los sentimientos y la opinión pública a través de los distintos medios y la comunicación.
En cuanto al Estado, basado en la Constitución, es el mayor garante de la paz civil y de la integración social y, en consecuencia, de la formación de capital social.
La justicia es la base de la paz social, por lo que vemos en los tribunales el lema «la justicia es la base de la gobernanza», ya que la injusticia y la privación de derechos son las principales causas de los conflictos sociales y los levantamientos populares. En un Estado justo, las dimensiones mortales de las identidades quedan anuladas, ya que la aplicación de la ley es el único medio disponible para obtener derechos. En un Estado justo en el que cada ciudadano obtiene sus derechos, las diversas identidades dentro de una misma sociedad se transforman en un medio de enriquecimiento cultural, no en un medio de desintegración y destrucción.
Por ello, consideramos que es esencial tratar la dimensión constitucional en el contexto de nuestra preocupación por la cohesión social en Irak. El Estado es el garante de los intereses de los individuos y grupos, y enmarca el movimiento y la dinámica de la sociedad, y su ausencia significa la ruina y la pérdida de la sociedad. Cuando decimos el Estado, nos referimos al Estado justo en el que todos sus ciudadanos están representados en la medida de lo posible.
En conclusión, espero que esta reunión sea una piedra angular para el nuevo Irak, un Irak que nunca imaginamos que llegaría a lo que ha llegado. Deseamos a todos los interlocutores, que forman parte de las élites de la sociedad iraquí, que formulen un mañana mejor para una sociedad que ha sufrido la injusticia. Una sociedad que merece la vida porque atesora en su historia, su cultura, sus recursos humanos y materiales los ingredientes para una vida digna. Su sociedad fue víctima de una conspiración abierta y descarada que terminó con una disculpa de la que no daré la descripción que merece, pero puedo decir de ella que no es lógica ni justificable. El mundo entero vio cómo Irak fue asediado, cómo fue destruido, cómo disminuyeron todos los servicios, cómo fueron asesinados sus niños, cómo fue presa de la pobreza y la enfermedad, cómo aumentó el número de discapacitados, cómo se extendieron en él los conflictos y cómo llegó a lo que es hoy.
Aquí me permito plantear una pregunta que se desprende de nuestro problema básico: ¿hay responsabilidad para los que cometen todos estos pecados contra los pueblos?
Ante la falta de respuesta a esta pregunta, así como ante la incapacidad de exigir responsabilidades a quienes cometieron errores y pecados, la única respuesta es tratar los efectos de estos crímenes.
La respuesta es reconstruir lo que fue destruido en términos de almas y piedras, y dedicarnos a curar la enfermedad tratando sus raíces y aprendiendo de nuestros errores, ya que «al creyente no le pica dos veces el mismo agujero de serpiente».
La respuesta es sentar nuevas bases de solidaridad social, que conduzcan a la rehabilitación del capital social y del sistema de valores. Este objetivo ha constituido una dimensión estratégica básica dentro del marco estratégico que hemos elaborado para nuestro trabajo en los próximos años en el Consejo de Iglesias del Oriente Medio, el primero de los cuales es el Proyecto de Dignidad Humana, que hemos completado recientemente y estamos preparando para su aplicación.
Honorables asistentes,
Otras sociedades han pasado por lo que hoy estamos viviendo en el Levante Antioqueno, y han sido capaces de atravesar sus cielos turbulentos de desintegración y odio, que duraron casi un siglo, y hoy son los pueblos más estables y prósperos. La experiencia es el ejemplo de los pueblos, por lo que estos pueblos son capaces de aprender.
Por lo tanto, os aseguro que cruzar a una sociedad normal y cohesionada no es imposible.
¡Se necesita la Palabra!
¿Cuáles son las implicaciones de lo afirmado sobre una visión común para Irak que están creando sus hijos, que insisten en vivir en él y en hacer de él un lugar mejor para la vida?
Es obvio que las personas que viven en la misma zona geográfica e interactúan entre sí, a pesar de las diferencias entre ellas, para alcanzar una visión común para el futuro de este lugar llamado patria. Es donde está el corazón y donde quieren ver crecer a sus hijos y nietos en el seno de instituciones que preservan los logros de las personas e incuban su futuro.
En la patria, evidentemente, te cuidas porque quieres llevar una vida digna, pero trabajas, te guste o no, para las generaciones que aún no han nacido.
Tu diferenciación con el otro no te aleja de él (...) Te hace diferir con él quizás, pero estás condenado a crear una vida común como conciudadano, viviendo con él en el mismo entorno espacial durante miles de años, o al menos cientos de ellos.
La historia comenzó en Irak, en Beth Nahrain. ¿Es concebible que este pueblo no fuera una vez uno y unido, sino que se diferenciara entre sí en virtud de las transformaciones históricas, las conquistas y las dinámicas internas naturales que se dan en todas las naciones de la faz del planeta?
Diferencien todo lo que quieran, mi pueblo iraquí, y separen todo lo que quieran y diversifiquen todo lo que quieran, pero para mí, yo, el libanés que ha conocido a muchos iraquíes desde mi primera infancia, son un solo pueblo y una sola civilización en su propio ser cuya composición cambió debido a las migraciones. Esta civilización fue saqueada sin discriminación; sus eruditos fueron asesinados y emigraron a todas partes del mundo sin discriminación también.
Es obvio, después de las tragedias que han pasado, que se sienten juntos y debatan sobre el futuro de lo que os unió hace seis milenios, e hizo de ustedes la cuna de la civilización, como les describió el presidente de un poderoso país mientras estaba a punto de masacrarlos.
No voy a entrar en política ni en el pasado reciente. El pasado se transforma en lecciones y escarbar en él, y abrir los libros del pasado es un proyecto de sedición y un camino inútil.
La única manera de construir la unidad social y, en consecuencia, la unidad nacional, es alcanzar una visión común de lo que será la patria del mañana, es decir, poner en común las percepciones de los distintos componentes de la sociedad y comparar sus orientaciones y trabajar selectivamente con las distintas aspiraciones que están sobre la mesa.
La visión o las aspiraciones significan inevitablemente una visión estratégica del futuro de la nación. Es el sueño y es el derecho del pueblo a convertirlo en realidad. No hay que renunciar al sueño y no hay que renunciar al derecho de intentar alcanzarlo. Los hechos y los logros son el resultado de los sueños cuyos propietarios consiguieron trasladarlos a la realidad, en distintos grados, por supuesto.
Los iraquíes tienen derecho a soñar, como todos los pueblos del Oriente Antioqueño, que fueron sistemáticamente destruidos, un país tras otro, empezando por Palestina, luego Líbano, después Irak y terminando por Siria. Se utilizaron las mismas metodologías de sedición y letalidad, y se alcanzaron los mismos resultados por parte de los que se deleitan con la carne y los huesos de la gente. ¿No los perjudicaría, como nos perjudica a nosotros, ver la producción y la creación de nuestros antepasados expuesta en todos los museos del mundo, como si nuestra civilización estuviera en ruinas y nuestros pueblos en cautividad?
Permítanme utilizar en esta breve introducción la metáfora que adopté al dirigirme a los cristianos el día en que inicié mi servicio en el Consejo de Iglesias del Oriente Medio: O son un fardo apretado e irrompible, o están rotos palo a palo. Añadí entonces que lo que digo a los cristianos se aplica a todos los pueblos de la región llamada Levante.
La flexibilidad en el trato, el abandono de la excesiva subjetividad y el trato con los socios de la patria con la lógica de que estamos en el mismo barco y no beneficiará a nadie esconderse en su camarote mientras el barco se hunde es el enfoque correcto para alcanzar una visión común y unificada para el futuro de la patria.
Debemos tener en cuenta que la vida en común y el fortalecimiento de la asociación comunitaria con un nuevo contrato social es la forma más eficaz de llevar a nuestras sociedades a la orilla de la seguridad.
Lo que digo a mis conciudadanos iraquíes, y la experiencia del Líbano está en primer lugar en mi mente. Hace tiempo que se dice que hubo una libanización de Irak, y ahora se dice que hay una iraquización del Líbano.
Aprendamos de las experiencias de los demás, porque nuestro destino es uno, y nuestra cultura es una desde que Gilgamesh, rey de Uruk, buscó la inmortalidad hasta hoy. La Tierra de los Cedros siempre abrirá sus manos, acogiendo a todo aquel que la visite en busca de la inmortalidad.
Si nuestras leyendas son comunes desde la prehistoria, a fortiori nuestro destino es común y lo que se trama para nosotros también lo es.
Ninguno de los componentes de nuestras sociedades orientales puede sustraerse a la cohesión y la sinergia, de lo contrario el destino será sombrío, pero somos un pueblo que cree en la resurrección y la renovación de la vida.
Encarnemos esta renovación en lo que vamos a realizar en los próximos días, y Dios es Otorgante del éxito.