Un discurso sobre el odio

El texto original fue publicado en MECC el 30 de marzo de 2022. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Disponible también en árabe y en inglés.

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

Cuánto te odio, tú que eres otro que yo.

Cómo desearía que no existieras, pues tomas de mi espacio y bebes de mi agua y respiras de mi aire,

Tu existencia no es legítima en mi opinión, ya que eres uno de los errores de la historia y la naturaleza.

Eres una coincidencia que ojalá no hubiera ocurrido.

¿Qué te trajo de la nada a la existencia, tú que no te pareces a mí?

Tu color es diferente al mío, al igual que la forma de tus orejas, labios, ojos y el color del pelo.

La forma en que te sientas y caminas y todos tus gestos corporales los encuentro aborrecibles.

Tu comida no es mi comida, y tu bebida no es la mía.

Tu vestimenta es diferente, tu casa es diferente, al igual que tus costumbres y tradiciones.

Tus palabras no son las mías, ni tu idioma, ni tu acento, ni siquiera tu risa o el tono de tu voz, que me molesta.

Tus valores no son como los míos, y lo mismo ocurre con tus obras de arte, tu música, tu pintura, tu escultura y todos los elementos de tu cultura.

Tu forma de pensar y tu lógica las rechazo y las encuentro depravadas y sin sentido.

Tu civilización me parece primitiva, heredada de tiempos antiguos, y no tiene cabida en la perspectiva de lo que admiro.

¿Cómo te atreves, que eres diferente a mí y que anhelas imitar mi modo de vida? ...¡hasta en tus sueños!

¿Cómo te atreves a entrar en mis escuelas, universidades, hoteles, albercas y lugares públicos?

¡No eres como yo, y no tienes nada que se parezca a mí, ni a mi civilización ni a mi cultura!

¡Eres en mi libro un margen que no queremos leer!

¡Eres en mi diccionario una cosa que no tiene nombre!

¡En mi opinión, no eres nada más, y la única razón que me impulsa a querer entenderte es su posible «utilidad» para mis propios fines!

A ti que eres diferente a mí, en raza, etnia, religión, casta y clase, ¡ni siquiera te veo!

Estos son ejemplos derivados del pensamiento racista o discriminatorio que se manifiestan en el discurso del odio, que llega hasta el olvido del otro.

Sí, la abolición psicológica y moral del otro, que a veces puede ser el preludio de la abolición existencial.

Las personas son diferentes en sus civilizaciones, culturas e identidades.

Las nacionalidades son diferentes entre sí, los grupos de una misma comunidad pueden diferir entre sí, y pueden condecirse entre sí. Además, si no se es consciente de que el hombre es hijo de su comunidad, dentro de la cual se relaciona con los demás, la diversidad puede convertirse en una discriminación fatal.

La discriminación entre las personas es tan antigua como la humanidad, pero el problema es que en el sexto milenio que vio nacer la civilización en Sumer, todavía hay personas y grupos que adoptan el racismo como si la civilización hubiera empezado ayer o como si las sociedades se hubieran formado ayer mismo.

La discriminación es una enfermedad psicosocial que no se limita a la relación entre personas culturalmente diferentes, sino que incluye también a grupos de una misma sociedad, y ni siquiera las clases están excluidas de esta discriminación.

Es la alienación.

La alienación del hombre de sí mismo, de su sociedad y de su humanidad.

Evaluar, clasificar o tratar a una persona basándose en criterios distintos a los que tienen en cuenta su relación con ella, es una forma de atraso, y un signo de desintegración social que llevaría a una sociedad a la destrucción.

Los sentimientos de discriminación son tan aborrecibles como sus efectos.

Lo que es realmente preocupante es el hecho de que estos sentimientos y estas prácticas, así como el discurso de odio que los acompaña, prosperen en una época de prosperidad a pesar de todas las actividades llevadas a cabo por organizaciones internacionales de todo tipo.

El Movimiento Internacional de Desplazamiento y Asilo Laboral ha alimentado los sentimientos y alborotado un discurso que no augura nada bueno para el futuro de la humanidad transformándola como está en sociedades mosaico debido a las oleadas de mano de obra expatriada y a las transformaciones internacionales.

Como institución cristiana que ha trabajado en la promoción de los derechos humanos desde sus inicios, y que trabaja hoy en día para reconstituir el capital social y preservar la dignidad humana en una sociedad que ha perdido las necesidades mínimas de una vida decente, extraemos nuestro punto de vista de los orígenes de nuestra fe cristiana levantina, así como de los valores que el Maestro encarnado proclamó antes de recorrer el camino del Calvario para sangrar en la Cruz por la salvación de la humanidad de sus pecados preeminentes, entre ellos el racismo, la discriminación y el odio.

Se menciona en el Evangelio de Mateo (35, 25-40) que el Cristo Encarnado dijo: «Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Fui forastero y me acogiste. Estaba desnudo y me vestiste. Estuve enfermo y me visitaste». Si acaso preguntamos como los discípulos: «¿Cuándo te vimos como forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?». Entonces el Rey responderá y les dirá «En verdad les digo: Ya que lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, lo hicieron conmigo».

Como también se dice en la Santa Biblia: «No se olviden de dar hospitalidad a los extraños, porque con ello algunos han dado hospitalidad a los ángeles sin saberlo. Sigan acordándose de los que están en la cárcel como si estuvieran junto a ellos en la cárcel, y de los que son maltratados como si ustedes mismos estuvieran sufriendo» (Hbs 13, 2-3)

Cito aquí también un texto de la oración litúrgica antioquena para la víspera del Viernes Santo, un texto centrado en el extranjero:

«José, al ver que el sol atenuaba sus rayos y que el velo del templo se rasgaba por la muerte del Salvador, se acercó a Pilato y le suplicó gritando:

Dame a este Forastero, que desde su infancia ha sido alienado como un extraño.

Dame a este Forastero, a quien los suyos mataron como a un extraño.

Dame a este Forastero, a quien me asombró ver como huésped de la muerte.

Dame a este Forastero, que sabe leer a los pobres y a los extraños.

Dame este Forastero, al que los judíos han alejado del mundo por envidia.

Dame a este Forastero, para que pueda esconderlo en un lugar.

Dame a este Forastero, que, siendo extranjero no tenía dónde recostar su cabeza.

Dame a este Forastero, que, cuando su Madre lo vio muerto, lloró: Oh, hijo mío y Dios mío, aunque mis alas estén heridas y mi hígado se desgarre al verte muerto, confío en tu resurrección y te exaltaré.

Con estas palabras, el piadoso José rogó a Pilato, que tomara el cuerpo del Salvador, y con temor lo envolviera en un sudario y lo depositara en un sepulcro, Él es el Dador de la vida eterna, gran Misericordia para todos».

El Maestro se identificó con los agobiados, los marginados, los oprimidos y los extraños para reconciliar al género humano consigo mismo y evitar así las catástrofes que vive en la actualidad, y que pueden preparar para lo peor entre ellos, una humanidad codiciosa y ciega.

El Maestro encarnado es el Maestro del Amor que elimina los obstáculos entre los seres humanos de diferentes filiaciones, y cuanto más se aleja la sociedad humana del cristianismo, más se aleja del amor y se niega a sí misma y a su propia humanidad.

Las máscaras son muchas, las barreras son más, y no hay manera de quitar esas máscaras y superar esas barreras sino a través de la educación en el amor.

Nos falta amor.

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