Los «Nouveaux Riches» y el Reino de Dios

El texto original fue publicado en MECC el 25 de agosto de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Disponible también en árabe y en inglés

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Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio



El término «Nouveaux Riches» (los nuevos ricos de las guerras) se da a toda persona que adquiere riqueza ilegalmente, durante las guerras en general, a costa de las necesidades, el sustento y la dignidad de las personas.

Esta designación suele darse a quienes se benefician, durante las guerras, del almacenamiento de materiales vitales como alimentos, medicinas y otros productos necesarios para la vida, y luego los venden cuando se agotan las cantidades disponibles en el mercado, o a quienes se benefician de las guerras civiles apoyándose en su capacidad para reunir a extraños prospectos a su alrededor, por lo que monopolizan los recursos básicos y luego los venden a la gente necesitada, o imponen regalías a la gente con el pretexto de protegerla o por cualquier otra razón.

La naturaleza del enfoque de los «Nouveaux Riches» es, por tanto, monopólica, basada en la confiscación de materiales y lugares exclusivamente, o en la coordinación entre un grupo de chantajistas que controlan una mercancía o una zona. Ni qué decir de que el terrorismo y la invocación de la violencia son las herramientas que sustentan el bárbaro trabajo monopolístico.

Los regímenes con una orientación económica libre son conscientes del problema del monopolio en general, especialmente durante las guerras, y en consecuencia promulgan leyes que impiden su práctica bajo una severa sanción legal.

Los monopolistas y los ricos de la guerra —los «Nouveaux Riches»—  son objeto de rechazo por parte de su entorno, y no gozan del respeto de la sociedad, salvo las personas que viven de la adulación y la sumisión a ellos. Asimismo, la gente considera a los «Nouveaux Riches» como criminales que merecen un castigo severo, ya que se han forjado una falsa riqueza y se glorían del dolor y de las tragedias de la gente.

Pero parece que el término «Nouveaux Riches» puede aplicarse no sólo a aquellos que se enriquecen exclusivamente en tiempos de guerra, sino también en tiempos de paz por medios similares a la adquisición de riqueza en tiempos de guerra. Sin embargo, si quisiéramos introducir la variable «guerra» a este tipo de riqueza adquirida, diríamos que se trata de la guerra de algún Estado y de alguna sociedad contra el conjunto de la sociedad.

Algunos empresarios esperan un cambio en el estatus legal de ciertos bienes, como el levantamiento de los subsidios o la disponibilidad limitada de determinados bienes u otras ocurrencias similares, por lo que proceden a acaparar estos bienes y los colocan en escondites que sugieren el comportamiento de las mafias. Este comportamiento se considera una guerra contra la sociedad y clasifica a las personas que lo adoptan como «delincuentes contra la nación y la sociedad», un concepto que designa el colmo de la delincuencia.

La avaricia de algunas personas alcanza un nivel tan alto que no dudan en dejar a un paciente sin medicinas o a un bebé sin comida para maximizar su beneficio del mercado, especialmente cuando el Estado es débil, está completamente ausente o se somete a su voluntad.

Estas personas han perdido el Camino, ya que han elegido adorar al dinero en lugar de adorar al Todopoderoso, al Creador del universo, que ha puesto en nuestras manos todas las posibilidades de riqueza y bienestar.

Han pasado por alto las palabras del Evangelio que dicen: «Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche te van a reclamar el alma"» (Lc 12, 20) y «A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos» (Lc 1, 53).


Los apóstoles fueron alertados de la tendencia innata del ser humano hacia la codicia, el amontonamiento de riquezas y la corrupción a costa del pueblo llano y de la sociedad, por lo que el apóstol Pablo escribió a Timoteo diciendo en su segunda carta: «En los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos» (2 Tim 3, 1-5).

También añade en su primera epístola a Timoteo: «Pues la raíz de todos los males es la avaricia, y al dejarse arrastrar por ella algunos se apartaron de la fe y se atormentaron con muchos y agudos dolores» (1 Tim 6, 10).

Además, le dio también una serie de mandamientos en esta su primera carta, como cuando le dijo: «A los ricos de este mundo ordénales que no sean engreídos y que no pongan su esperanza en las riquezas perecederas, sino en Dios, que nos provee de todo con abundancia para que lo disfrutemos: que hagan el bien, que se enriquezcan en buenas obras, que sean generosos al dar y hacer a otros partícipes de sus bienes, que atesoren para el futuro unos sólidos fondos con los que ganar la vida verdadera» (1 Tim 6, 17-19).

Respecto a la situación actual de la humanidad, y de nuestros países en particular, ¿qué podemos decir?

¡Podemos clamar al Señor, para que tal vez la humanidad escuche!

¡Mira desde las alturas de tu reino, oh Maestro, y contempla cómo el hombre se come a su prójimo, y cómo pone la mano sobre sus posesiones, sus recursos y su vida entera!

¡Mira desde las alturas de tu reino, oh Santo, y contempla cómo la codicia ha prevalecido y ha vencido a la humanidad!

¡Mira desde las alturas de tu reino, oh Encarnado, y contempla cómo el hombre hizo estragos en la tierra y en el medio ambiente, y cómo arruinó la casa de tu Padre que hizo el día que nos sacó de la nada!

Mira desde las alturas de tu reino, oh Misericordioso, y contempla cómo el hombre convierte a sus otros semejantes en una mercancía que pondera para venderla y comprarla.

Mira desde las alturas de tu reino, oh Vencedor de la aniquilación, cómo los seres humanos se aniquilan unos a otros bajo diversos pretextos.

Ha llegado la hora de que tomes de nuevo los látigos frente a los mercaderes de la humanidad, de los valores y del credo humano. Ha llegado la hora de que tu reino venga a la tierra, para difundir la justicia y la paz.

¡La humanidad ha ido demasiado lejos!

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