La infancia entre el cristianismo y el mercado labora

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El texto original fue publicado en MECC del 9 de junio de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org con la autorización expresa y petición de The Middle East Council of Churches. 

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

 

El sábado 12 de junio se celebra el «Día Internacional contra el Trabajo Infantil», y las Naciones Unidas han designado 2021 como el año de la eliminación definitiva del trabajo infantil. Cabe señalar que, a pesar de la disminución de esta forma de esclavitud en un 38% durante la última década, las cifras indican que 152 millones de niños siguen trabajando sin que la ley lo permita.

El trabajo infantil es una crisis histórica, que comenzó con la revolución industrial en Occidente mostrando formas tan temibles como fraudulentas.

Durante su trabajo, los niños están expuestos a la violencia y a la persecución, además de que la naturaleza del trabajo es extenuante y peligrosa e históricamente ha provocado la muerte de un gran número de menores a causa de accidentes técnicos que la historia aún recuerda.

Los niños trabajaban en la agricultura, la minería, el contrabando, la prostitución y sus derivados, siendo algunos de ellos entregados a los empleadores por sus familias a cambio de deudas impagadas.

Los niños trabajaban en las guerras, ya que eran preferidos a los adultos por su rapidez de movimientos y su temeridad y, sobre todo, por su obediencia a quienes los controlaban, siendo así enviados a peligrosas batallas.

Aquí hay que distinguir entre Empleo Infantil y Trabajo Infantil. El primer tipo permite al niño asistir a la escuela y continuar con su rendimiento académico, ya que sus requisitos son bajos, como vigilar a los niños o distribuir periódicos o correo y cosas similares. En cuanto al segundo tipo, puede describirse como un trabajo extenuante y arriesgado que no permite al niño continuar con su rendimiento educativo, un tipo que está siendo combatido por las Naciones Unidas así como por otros organismos humanitarios.

Este fenómeno fue producido por la llamada sociedad industrial o moderna, y se generalizó en todos los países del mundo, tanto como consecuencia de la revolución industrial como posteriormente. Este fenómeno, que desarraiga a los niños de su infancia, es el producto de seres humanos que han olvidado el amor —o se han olvidado de él— porque sus intereses fueron más fuertes que su conciencia, así como, porque su codicia, los llevó lejos en la tiranía política y económica. Quienes investigan sobre el tema y revisan los informes que reciben de los investigadores y de las instituciones que se ocupan del tema, están absolutamente seguros de ello.

Muchos echaron de menos lo que el Maestro dijo sobre los niños, por lo que se fijaron en su propio ser.

La actualidad no se asemeja en nada a la época en que Cristo recibió a los niños, ya que se ignora lo que Él dijo sobre ellos y la forma en que los acogió.

El día en que los niños fueron llevados a Jesús para que los tocara, los que los trajeron a Él fueron reprendidos por los discípulos . Entonces se oyó a Jesús replicar con un arrebato de ira: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque de ellos es el reino de Dios». Y luego añadió: «En verdad les digo: el que no acepte el reino de Dios como un niño no entrará en él»..

Luego tomó a un niño en sus brazos y les dijo: «El que acoge a un niño en mi nombre, me acoge a mí, y el que me acoge a mí, no sólo me acoge a mí, sino también a mi Padre que me ha enviado».

Además, el Señor afirmó en otro lugar: «En verdad les digo que si no se vuelven y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos».

Confiando en la debilidad de los niños y en su exposición a los abusos en diversas etapas de la historia de la humanidad, el Maestro afirmó que «no es la voluntad de su Padre que está en los cielos que perezca uno de estos pequeños».

A la altura de las palabras de Cristo, que perdonó a los que le crucificaron, se mostró «extremista» en la protección de la infancia al confirmar que «si alguno hace escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le colgaran al cuello una gran piedra de molino y que lo ahogaran en las profundidades del mar».

El Cristo de la Misericordia cuidaba de los niños, protegiéndolos al máximo, además de subrayar la importancia de su mantenimiento psicológico y social.

El cristianismo, protector de la humanidad, especialmente defensor de los grupos en riesgo, está llamado a alzar su voz. Podemos decir que sus instituciones no fallan a nivel mundial, a pesar de la tenacidad de una serie de fenómenos perjudiciales para el género humano.

La Iglesia de Cristo está llamada a recordar constantemente a la humanidad lo mucho que se ha alejado de las enseñanzas que están en la base de su civilización. Está llamada a no permitir que ningún fenómeno injusto y perjudicial para el hombre pase desapercibido y, en consecuencia, que se extienda.

La Iglesia de Cristo ha hecho mucho en muchos campos, y está llamada a seguir sirviendo de alerta temprana del mal que acecha a la humanidad y que clava su asta de vez en cuando bajo diversas toxicidades.

Los valores del cristianismo fueron y seguirán siendo una reserva moral para la humanidad en los tiempos venideros.

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