Lo arrodillan y lo matan de hambre para evitar la rendición de cuentas

El texto original fue publicado en MECC el 3 de noviembre de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Disponible también en árabe y en inglés.

Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

Cuanto mayor es la corrupción de los grupos gobernantes, mayor es su hostilidad hacia quienes les confiaron la gestión de sus asuntos, y con sus propias vidas.

Cuanto más extremado sea el objetivo del gobernante, más feroz será en la protección de sus oscuros expedientes y «logros».

Sabe que el ojo de Dios le persigue hasta en su más recóndita intimidad, y el ojo de Dios es el ojo del pueblo. Es como el inseguro que casi dice: «llévame», porque el ojo del Creador, el Creador que distribuye los medios de vida y la riqueza, no deja de percibir nada.

Tal persona sabe en su corazón que el ojo del Señor, el que persiguió a Caín, le persigue en su periplo y sus viajes. El ojo del Señor es el ojo del pueblo, al que este gobernador corrupto sigue empobreciendo y matando de hambre para ponerlo de rodillas.

Algunos acusan al pueblo de falta de conciencia y negligencia para cambiar las clases dirigentes, y otros culpan al gobernador sin escrúpulos y omnipotente por sus acciones.

Esto nos lleva a pensar en las élites, en las élites culturales e intelectuales frente a los gobernantes.

Si partimos de la base de que el pueblo está sumido en la ignorancia y la indigencia, lo que le lleva a la miseria y a la desesperación, nos vemos abocados a preguntar ¿por qué las élites culturales e intelectuales pasan por alto el cumplimiento del papel que se les asigna en virtud de sus capacidades cognitivas?

¿Por qué las élites guardan silencio a la hora de denunciar lo que hacen los que se han apoderado de los asuntos públicos?

Al leer los acontecimientos de la historia nos queda claro que cuanto más miserable es una sociedad, más siguen sus élites alabando y venerando al gobernante, cuando la cultura de la responsabilidad ha desaparecido, y por tanto estas élites ya no se avergüenzan del reproche público.

«Si la vergüenza desaparece, la calamidad se extenderá», dice el refrán popular. Además, «Si no tienes vergüenza haz lo que quieras», dice otro proverbio popular.

Todos conocemos el impacto de la situación económica en el comportamiento humano y la capacidad del querer para desmantelar el sistema de valores y destruir los ideales de la gente.

Esto es exactamente lo que piden las fuerzas de la corrupción, la extorsión y el tráfico de influencias cuando controlan sociedades dominadas.

La parábola del Buen Samaritano del Maestro se aplica a nuestra sociedad: los vándalos de dentro y de fuera han atacado a nuestra sociedad, le han robado sus recursos y le han infligido heridas.

Sin embargo, nuestra sociedad no ha engendrado al buen samaritano para que cure sus heridas y nos lleve a la orilla de la seguridad.

Cuando ves a una persona herida que yace esperando misericordia, tienes dos opciones: o actúas como un buen cristiano nutrido en las enseñanzas del Maestro Encarnado, por lo que te apiadas del herido, lo atiendes y caminas con él hasta donde esté fuera de peligro, o actúas como un ave rapaz, mordiendo su carne y dejándolo con los huesos desnudos.

Desgraciadamente, muchos eligen la segunda opción y matan de hambre a su pueblo para ponerlo de rodillas, y siguen haciéndolo mientras tengan la capacidad de seguir adelante. Consideran que, al hacerlo, apartan de sus labios el cáliz de la responsabilidad y evitan el amargo castigo.

Actuando así, piensan que pueden olvidar el ineludible estado de terror que experimentan, del que no tienen salida.

Se puede privar a un pueblo de alimentos, agua y medicinas, y manipular su sustento, su nivel de vida y el futuro de sus hijos, pero no se puede ahogar su dignidad y su anhelo de buscar ayuda del Creador. Su dignidad fluye de la dignidad de Aquel que se encarnó y descendió hasta ellos, probó el tormento y fue crucificado, para elevarlos al rango de una humanidad realizada. De su encarnación redentora extraen toda la fuerza y el orgullo que los oprimidos del mundo necesitan para enfrentarse a un gobernante opresor.

Las personas desamparadas y que se encuentran bajo la ocupación de grupos externos o internos en su casa, deben reflexionar sobre la parábola del Buen Samaritano y elegir a su «prójimo» como se dice al final de la parábola, como preguntó Jesús:

36 «¿Quién de estos tres crees que se hizo prójimo del que cayó entre ladrones?" 37 El experto en la ley respondió: "El que se apiadó de él". Entonces Jesús le dijo: "Ve y haz lo mismo"».

Si la misericordia y la caridad no guían el trabajo de los responsables de los asuntos de las sociedades, ¡qué gran miseria se cierne sobre la civilización humana!

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