Ingratitud, hipocresía y miel envenenada

El texto original fue publicado en MECC el 6 de octubre de 2021. Traducción y publicación por Maronitas.org en colaboración con The Middle East Council of Churches.

Disponible también en árabe y en inglés.

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Dr. Michel E. Abs

Secretario General del Consejo de Iglesias del Oriente Medio

Los fracasos de la raza humana no tienen límites, y cuanto más progresa la «civilización», más se diversifican los fracasos y mayor es el número de personas que sobresalen en ellos utilizando todo lo nuevo y brillante.

Desde el principio de la creación, el hombre ha cometido una ofensa tras otra, de todo tipo y color, y ha engañado a sus hermanos o a su entorno en un intento de encontrar posición, estatus o riqueza. El hermano mató a su hermano, el hijo renegó de su padre y el amigo traicionó a su amigo.

¡Confúndate, oh hijo de Adán! Representas el bien como el mal y el mal como el bien, y tu conciencia se despierta sólo cuando lo descubres, cuando es demasiado tarde.

Con qué brillantez justificas los crímenes que tus manos han cometido y los pecados mayores en los que has caído, alegando con hipocresía y manipulando los sentimientos de los demás, mintiendo hasta el punto de creerte a ti mismo y participar en un juego de charlatanes hasta que la falsedad se convierte en realidad. Convencerse de la falsedad es la peor, más efectiva y mortal forma de hipocresía.

Qué ingrato eres, oh hombre, negando el favor, tirando una piedra al pozo del que bebiste y rompiendo la mano que te tendió y te sacó de la oscuridad o del alejamiento de la miseria.

La literatura árabe ha estado repleta de refranes y juicios sobre los ingratos, que niegan la verdad a pesar de estar seguros de ella, niegan lo bello a pesar de su presencia, niegan lo que es bueno y bello, porque su alma enferma les ordena hacer el mal. Tenía razón Alejandro Dumas cuando decía que algunos hechos son tan grandes que sólo pueden ser pagados con su negación. Con ingratitud.

La gratitud por la bondad, la lealtad, la honestidad y la transparencia ocupan un lugar destacado en nuestra cultura popular, del mismo modo que en ella se consienten la negación del favor, la traición, la hipocresía y la miel envenenada. La literatura de nuestro país, así como la del mundo entero, está llena de historias y narraciones sobre personas que mostraron gratitud por quienes les hicieron el bien, en contraposición a personas que traicionaron a quienes les habían apoyado en las calamidades.

Lo peor de todo son las personas que dicen pertenecer a una supuesta cultura de la gratitud y que adornan su discurso con palabras que reflejan sofisticación y pertenencia a un sistema de valores de alto nivel, mientras piensan y actúan de forma contraria a lo que afirman.

Son los hipócritas que envenenan la miel sin remordimientos y hacen partícipes de ella a quienes les creen hasta que se sacian de ella, hasta el punto de quedar destruidos.

La biografía del Maestro, en todo lo que dijo e hizo, está llena de guerra contra la ingratitud, la hipocresía y los casos de miel envenenada, y quienes han estudiado el Santo Evangelio son plenamente conscientes de este hecho. El problema es que hay quienes son conscientes de tales estrategias y evitan tales prácticas en sus vidas. Sin embargo, también hay otros que son conscientes de ellas y se destacan por violar las enseñanzas del Maestro Encarnado. Estos últimos encuentran que hay ganancia para ellos al involucrarse en tales prácticas, por lo que persisten en su error.

Oigo al Maestro decir a los hipócritas. «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Limpian el exterior de la copa y el plato, pero por dentro están llenos de avaricia y autocomplacencia.  ¡Fariseo ciego! Limpia primero el interior de la copa y del plato, y entonces también el exterior estará limpio (Mt 23, 25-26 ). Las casas de los tales quedan desoladas para ellos.

¿Cuántas personas diligentes hay que encapsulan la falsedad con una retórica pretenciosa que muestra lo contrario de lo que albergan? ¿Qué es peor que decir la verdad que alberga la falsedad? Tales son los que justifican sus acciones con hipocresía mientras se destacan por suplicar al público que crea en ellos. Estamos en el colmo de la hipocresía. Encontramos hipócritas deambulando por la comunidad, sembrando el engaño y el veneno.

Este es el quid de la lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas.

Cuánta razón tenía Gibran Khalil Gibran, hijo de los cedros, al expresar los secretos de su alma interior cuando escribió: «A los que afirman que la Verdad que escribo es miel envenenada oculta tras un espeso velo, les digo que yo no enveneno la miel. Más bien vierto el veneno en su desnudez, en vasos limpios y transparentes».

Nuestros países no saldrán de la era de la esclavitud, del sometimiento y de la dependencia si nuestros pueblos no llegan a decir en voz alta lo que albergan en su interior, es decir, que rechazan la hipocresía. Sólo entonces llegarán a conocer la Verdad y la Verdad les hará libres.

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